Ayer compré en HEB un caddy para la regadera. Hoy mientras me bañaba sustituí el viejo organizador azul por el nuevo modelo cromado; es algo que debí hacer tiempo atrás pues tenía años sucio, roto, oxidado y con moho. Pero seguía ahí, como un objeto feo pero familiar.
Ayer murió mi papá. Mas o menos como a las diez de la noche. La última vez que lo vi fue en el funeral de mi abuela -su madre- crucé unas cuantas palabras con él.Después vi casualmente un episodio de Mad Men en el que hay un funeral, el de la mamá de Sterling, pero él no siente nada.
Mi papá no tuvo funeral ni misa de cuerpo presente, fue directamente a cremación. Dos de mis primos veían por él en estos últimos tiempos, ellos lo encontraron inconsciente, un coma diabético del que al parecer ya no despertó.
Lloré un poco, la muerte es quizá el evento más grande al que nos enfrentaremos.
La muerte impone.
La muerte ha sido para mi algo abstracto, tan lejano.
He vivido pocas muertes, en mi abuelita -a la que vi por última vez en San Luis y luego nunca más- la muerte parecía más bien un viaje. Después Isabel, la secretaria de mi mamá y casi mi hermana por el tiempo que estuvo con nosotros. Era muy extraño no verla alrededor, no oír sus comentarios sarcásticos. Por último Camila y Piedra. A Piedra la lloro todavía y la extraño mucho; ya pronto cumple un año de haber muerto.
Ahora mi papá. Lo terrible de la muerte es la ausencia de la persona fallecida, es el shock de saber que a partir de ahí no la volverás a ver. Mi papá tenía ya alrededor de 25 años de ausencia, así que podría decir que ya estaba acostumbrada y no me quedo nada por decirle. Su situación final fue triste y creo que verdaderamente está mejor. También creo que vivió una buena vida, que lo pasó bastante bien aunque al final lo pasara mal.
Ayer por fin entendí algo que por años mi terapeuta intentó explicarme y que escapaba a mis capacidades: que mi papá hizo lo que podía hacer. Ya no hay rencores. Descansa en paz papá.